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Maratón de Berlín vista de adentro

Hace poco les contamos como funciona el sistema de la World Inline Cup, el siguiente paso era saber como es una de estas fiestas multitudinarias del patinaje, que hasta ahora existen solo en Europa, en Korea y en los EEUU. Cómo podíamos desgranar cada uno de los aspectos de un evento de tal magnitud? Un atleta de alto nivel podría solo desvelar los secretos de los profesionales, un patinador “amateur” no sabría captar la emoción de una carrera de este tipo…


Así que optamos por una alternativa “en el medio”: sacamos de su letargo a un viejo patinador que no corría desde hace 15 años, lo entrenamos duro durante 6 meses y lo metimos entre la creme de la creme del patinaje mundial, en la que es la maratón mas importante a nivel mundial, además de ser el tradicional cierre de temporada. Esta es su historia… (ojo que es larga!)

Llegada
Recogida la bolsa, me encuentro con el amable Hantzi, que me va a llevar al hotel en el “VIP Car” de la organización. No, de verdad: soy un VIP. Empezamos bien! El hotel no está a mas de 5 minutos del aeropuerto, y en ese tramo veo parado en un semáforo un vehículo que parece un carro armado sacado de una película de ciencia ficción… Estos alemanes hacen todo muy en serio, hasta buscar líos.
Llego al hotel Holiday Inn, donde se hospedan todas las delegaciones de patín, además de algunos atletas que participarán en la maratón a pié. Justo me encuentro en la registración a Alexis Contin: en foto me parecía mas alto. Un tipo simpático.
Subo a la habitación y me echo un rato en la cama, preocupado porque no sé lo que me espera: en un rato tengo que encontrar a los mas grandes campeones de patín mundial actual.

Con los campeones
Frente al hotel espera el bus que nos va a llevar a la feria de artículos deportivos donde se hará la presentación oficial de la carrera sobre ruedas. Noto que los corredores están divididos en grupitos: los de RollerBlade con los de RollerBlade, los de Salomon con los de Salomón… y después están los italianos.
Independientemente de que equipo sean, estos italianos forman una barra impresionante, y se mueven mas o menos juntos. Vieron lo que son un grupo de italianos de viaje? Una docena de ellos hace mas barullo que 1200 alemanes, creanme. A un par de ellos (Romani y Poletti) los conocía de alguna otra carrera, pero solo de vista. De los demás no sabía que esperar: serían presuntuosos, agrandados al punto de parecer imbéciles?

Poletti me ve de lejos, me llama y me presenta al resto… Este grupo de chicos (el mas viejo, de lejos, es Max Presti con 30 años) me acepta y adopta, como si fuera uno mas de ellos. No sé si será porque todavía tengo anticuerpos de corredor, o porque los corredores italianos de la elite mundial son extremadamente generosos; el hecho es que, a partir de ese momento, me voy a divertir como nunca.



Terminado el acto oficial, vamos a una sala reservada exclusivamente para la reunión tecnica, a la cual pueden asistir solo los atletas, sus técnicos y los jueces. En todas estas maratones se hace una de estas reuniones, para señalar ciertos detalles del recorrido, hacer recomendaciones y explicar eventuales particularidades de la carrera. En este caso, una de las novedades es que se efectuará un control anti-doping a los primeros 3 al finalizar la competencia (por 1º vez, según nos dicen). Finalmente, Coni Altherr (el capo de la WIC) y Ricardo Grin presentan la que debía ser una serie de maratones sudamericanas y que al final será solo la Maratón de Buenos Aires. Mientras saco alguna foto, Max Presti y la banda se acuerdan de que soy una especie de periodista, y me acusan : “Eh, hay un colado acá!”.
Terminada la reunión, la organización ofrece una cena a base de pasta. Me encuentro en la cola del buffet entre Pascal Briand y Laura Lardani. Le pregunto al francés si va a venir a Buenos Aires. “Naaaah”, me dice. “En inverno corro sobre hielo”. Y alguno de sus colegas? Tampoco. Me doy vuelta y le digo a Laura: “Primero las damas”. Es muy tímida, pero igual se la largo: “Vas a venir a Buenos Aires?”. “Naaaah”, dice ella. “Tengo exámenes en la Facu” (estudia Administración de Empresas), y además me hacen falta vacaciones. Le creo!
Me siento a comer en la mesa donde está el equipo InLion Girls, al lado de la simpàtica patinadora danesa Sarah Bak. Mientras charlo con ella, pasa por ahí el famoso técnico neocelandés Bill Begg, que conoce mi afición por cierto tipo de féminas. “Ahí estás, siempre con alguna rubia!”, grita como para que lo oiga toda la sala.
Volvemos al hotel, y me quedo un rato en recepción charlando y jodiendo con el equipo FILA: los dejo cuando un recepcionista embolado nos echa a patadas por monopolizar la terminal de internet viendo webs porno. Procedo a la habitación con mi compañero de equipo, el campeón europeo y muy buen tipo Gianluca De Cristofaro. Mañana me espera un largo día.

Dia de competencia, día de fiesta
Nos despertamos justo a tiempo para bajar a desayunar antes de que nos cierren el restaurante. Allí está prácticamente todo el mundo: imaginense estar codo con codo en la fila de los cereales con Rosero, Triberio, Andrea Gonzales, Luca Presti… por decir algunos. Charlo con unos corredores alemanes mientras Gianluca ingiere una cantidad de alimentos suficientes como para eliminar el hambre del continente africano. Después del desayuno nos encontramos todos en el hall del hotel: en el aire se respira talento, y me siento como en el Olimpo con todos estos dioses a mi alrededor. Obviamente no puedo faltar de rendir homenaje a mi divinidad preferida, Santa Llorens. Justo cuando me estoy acercando a la bella marplatense para darle un besito, pasa por ahí el viejo Bill que no puede evitar un comentario sobre mi manía con las rubias.
El viaje desde el hotel hasta la feria es un buen aperitivo: casi me meo de risa con las aventuras sexuales que se contaban unos con otros: si la mitad de lo que oí fuera verdad, tendría para escribir un libro. Ya en la feria, no es para menos: la aburrida presentación de los atletas y dirigentes se anima con los comentarios de índole especifica dirigidos a las bailarinas que se encuentran en el palco.

El almuerzo también es ocasión de chistes y joda: esta vez estoy en la mesa con el Team Mariani completo: Davide Mariani (ex – corredor), Stefano Galliazzo (hermano del gran Oscar), Patricio Triberio (campeón mundial), Yann Guyader y Gary Lerga. Mas tarde se agregan Bighin, Bontempo Scavo y Polletti: la sucesión de anécdotas divertidas y burlas nos confieren el titulo de mesa mas bochornosa.



Después me siento a tomar un café con Bill Begg y su mujer Cheryl, gran campeona mundial y mamá de la talentosa Nicole. Los veteranos personajes me cuentan con lujo de detalles carreras corridas entre el 75 y el 83 en Mar del Plata, mencionando a Scafatti, Lugea, Nora Vega y otros grandes.
A este punto es hora de subir para la siesta pre-competitiva, y justo en ese momento nos damos cuenta con Gianluca que todavia no definimos nuestra estrategia de carrera. Lo hacemos en 2 segundos: el se mete (con permiso) en el Team Mariani, yo me le pego a rueda al primer culo femenino redondito que vea.
En el viaje hacia la línea de salida, el argumento esta vez son las maldades que hacen nuestros héroes durante los viajes a competencias internacionales. Me río hasta la lágrimas, pero pienso que no quisiera encontrarme en el lugar de los pobres dirigentes y técnicos que acompañan a estos animales… Y ahí llegamos: damos la vuelta al famoso ángel dorado que se ve en las películas, y una hora antes de la salida bajamos del bus para dirigirnos a las carpas destinadas a los atletas de elite. Hace un día precioso, el sol brilla y no hay ni una nube. Mientras observo que a nuestro alrededor se van juntando docenas de patinadores de todas las edades y niveles, que van a participar en la carrera, noto que Max Presti y Saggiorato están tapados hasta la nariz. Les pregunto dudoso si tienen frío (dados los 24º que hay), y me confiesan que tienen fiebre, producto de las oleadas de calor y frío que sufrieron en los EEUU la semana anterior, en ocasión de la maratón de Duluth. En efecto, desde que llegaron están con catarro.
Media hora antes de la salida, me dirijo al sector de los “amateur”, y no puedo creer a mis ojos: la cantidad de gente en patines es sobrecogedora. Una marea humana sobre ruedas, un despliegue embriagador de colores, una masa de gente con un entusiasmo y una alegría contagiosos. Con los patines puestos me paseo entre ellos, y aunque me haga el “fachero corredor”, sé que mi lugar está mas entre ellos: los que patinan por diversión, los que toman esto como una linda aventura vivida en grupo, la gente que tiene algo mas que las ruedas en común: la sonrisa estampada en la cara.
Y hablando de ruedas: tengo poco para hacerme el fachero, porque aunque tengan rodilleras y coderas puestas, pelucas o cuernos de plástico arriba del casco y cerveza en la mano, la mayor parte de estos “amateurs” llevan patines carísimos último modelo y una pinta de gastarse un guital en gimnasios.
Con la vergüenza de tener unos patines modelo siglo pasado, vuelvo a la zona de los “pro”. Ya están todos calentando, y me uno a ellos. Zangarini me dice “Te veo fuerte!”, y como no sé si me está haciendo un cumplido o me está tomando el pelo, le contesto: “Si te gano, te vas a tener que dedicar al artístico!”. Me cruzo con la campeona mundial Laura Orrú y le pido el besito que me merezco, justo a tiempo para que me vea Bill Begg y me grite “Siempre entre las rubias!”.
Llaman a la salida. Infiltrado si, inconsciente no: aunque hubiera podido meterme en las primeras filas me voy bien atrás, donde espero no molestar a los corredores en serio pero sin mezclarme con los patinadores del domingo.
Mientras 4 (cuatro!) helicópteros dal vueltas encima nuestro filmando, por micrófono presentan a los divos que hoy participan del evento. Primero largan la chicas, un par de minutos mas tarde nosotros. 4, 3, 2, 1… largada!


No lo había pensado, pero entre los “pro” y los “fitness” se encuentran los patinadores mas exaltados, aquellos que a toda costa tienen que mejorar su tiempo maratón tras maratón o tienen que hacerse notar por algún team manager, llegando lo mas cerca posible de los grandes… En fin: mientras los profesionales salen como misiles sin molestarse entre ellos, esta zona de la largada parece una manada de búfalos queriendo pasar por la ventanilla de un Fiat 600. Justo en la alfombra que contiene los sensores que activan los “chips” (el aparatito que se ata al patín y mide con precisión el tiempo de cada corredor) se caen 3 o 4 tipos: imagino que murieron de la misma muerte de los que pisotean en los estadios, cuando hay avalanchas humanas. Yo conseguí saltarlos de alguna forma, pero la tremenda ola de ruedas que venia atrás seguramente los agarró de lleno. Apenas salí de ese lío trato de concentrarme y pegarme a alguna rueda: encuentro un grupito de 5 o 6 tipos fornidos que me dan la idea de tener las ideas claras, y ahí voy. Sigo con ellos a buen ritmo sin mirar atrás, mientras a lo lejos frente a mí consigo ver a los punteros que se dan guerra. A un cierto punto, en un rectilíneo largo en bajada desde donde todavía puedo ver los enteritos rojos del team FILA, me digo “Wow, no voy a llegar tan mal a rueda de estos tipos: no debe faltar mucho y sigo bastante cerca de los punteros…”. Al cabo de 1 minuto, recibo mi primera decepción: justo después de una curva, un letrero enorme me avisa que llevamos recorridos... 5 kilómetros! No, con todos los que faltan, si sigo a este paso no voy a llegar.

Sintiéndome mas perdedor de lo que soy, decido que es mejor que aminore. Justo en el momento en que me separo de mi grupito y me levanto a mirar atrás, se me viene encima una oleada de gente a 500 por hora, que me pasa como si fuera un palo de la luz por los lados, por arriba y por abajo. Habrán sido como 200. Venían tan rápido y tan compactos, que si se me hubiera ocurrido tratar de acelerar para pegarme a ellos seguro se armaba una montonera de miedo. Un boludo se da vuelta a insultarme en alemán, como si lo hubiera molestado con mi presencia en el medio de la avenida. Le contesté, con mi mas florido léxico cordobés, que su presencia era requerida inmediatamente en el aparato reproductor de su señora madre. Apenas pasó ese grupo traté de acelerar, pero enseguida me arrolló otro igual, y acá se armó la rosca: alguien agarró de lleno una alcantarilla y se fueron al suelo como 10 delante de mi. A los saltos evité como pude algunos cadáveres, pero en uno de los aterrizajes me debo haber jodido algo en la pantorrilla porque me siguó doliendo hasta una semana después. Ni bien hacemos 200 metros, antes de una curva cerrada me encuentro con otro accidente, pero esta vez se dieron fuerte en serio: hay 3 o 4 desparramados, uno tiene el culo alto y la cara apoyada en el suelo, con los ojos fuera de las órbitas y un lago de sangre alrededor. La escena me recuerda que a mi edad es mejor evitar ese tipo de caídas (y cualquier otro, por las dudas), así que decido no quedarme entre estos exaltados. Sigo por un buen rato solo, y tengo tiempo de observar las bellezas de esta ciudad, y de disfrutar la calidez del público, que aunque sabe que soy el mas perro me alienta como si fuera Maradona. No, en serio: es una sensación increíble. Gente a los dos lados de la calle durante todo el recorrido que te apoya, que te aplaude, que te anima a no abandonar.

Otro grupo enorme me absorbe, esta vez me pego a una bonita trenza rubia que termina en un precioso culo redondito. Estamos en una recta en bajada larguísima, como de 1 km: mas o menos en el medio levanto la cabeza y veo que formo parte del pelotón mas largo de la historia, una fila ininterrumpida de corredores adelante y atrás mio! Un espectáculo grandioso que voy a llevar estampada en mis retinas mientras viva. Llegada una curva, mi euforia desvanece al notar que el atractivo culito al que me pegué tan alegremente pertenece a un vikingo con barba y todo. Estos enteritos de hoy, carajo!
Encima la pantorrilla me empieza a doler mas de lo debido, así que tengo que tomar una decisión: si quiero llegar a la meta por mis propios medios va a ser mejor que me deje de joder. Otra vez me levanto y dejo que me lleven los patines solitos a casa, como burro de localidad turística serrana.

A partir de ahí me van a pasar hasta ancianas abuelitas en patines tradicionales, travestis con patines de artístico y tutú a tono, una escuelita de chicos down y hasta una comadreja subida a un monopatín. Lo bueno de ir despacio es que se pueden ver con calma las atracciones turísticas y los edificios históricos de la ciudad. Encima el asfalto lisito ayuda.


Wuajajaja! Hasta nosotros te ganamos!

Me sigo pegando de vez en cuando a algún culo femenino (primero controlo si de verdad es femenino), pero por fin encuentro un pelotón adecuado para mi: un tren de veteranos de pelo blanco y panza prominente, que me va a llevar con buen paso finalmente hasta la meta. Obviamente, piqué en los últimos 100 metros y les gané.
Aunque verifiqué mi tiempo total de carrera, por pudor no voy a hacer comentarios al respecto. Sepan solo que fué menos de 1 hora y media.

Lo que si les voy a contar es que la llegada es en la famosa Puerta de Brandemburgo, un símbolo de la Alemania unificada, de la caída del Muro. Atraversarla junto con cientos de patinadores que tomados de la mano y sonriendo se felicitan por el solo hecho de haber vivido esta aventura juntos, es una emoción muy fuerte. Pero lo mejor está por llegar: justo depues de la llegada hay un ejercito de voluntarios que te nos atienden… Primero uno te envuelve en una tela de plástico para que no te enfríes muy rápido. Acto seguido, otro te da una preciosa medalla, pesada y con el símbolo de la puerta y un patinador tallados. De ahí se pasa a la zona avituallamiento: hay bebidas frías y calientes para elegir, torta, unos bizcochos de chocolate muy eróticos, pero sobre todo… CERVEZA! Esto me da la pauta de la seriedad que posee la organización de este grandioso evento. Sumerjo la cabeza entera en el barril y chupo hasta que la necesidad de aire es mas substancial que la de integrar sales y minerales.
Luca Presti pasa por ahí y me dice “te la tomaste con calma, no?”. Pensando que se refería a la birra, le contesto: “Es que intravenosa no me la dan”. Encuentro mi bolsa donde tiene que estar (acá nadie afana nada), me saco los patines con cuidado porque la canilla se me hinchó como un jamón, y aguanto las bromas que me hacen los chicos, que a esta altura ya me tienen de mascota.
Agarro un montón de bizcochos eróticos, lleno la cantimplora con mas “lager” para bajarlos, y me dispongo a ver llegar los que fueron mas lentos que yo. Es increíble: un río continuo de gente llena la calle de lado a lado y de punta a punta. Todos tienen el mismo tratamiento a la llegada, y después de la medalla y el avituallamiento, tienen también la posibilidad de recibir un masaje en cientos de camillas dispuestas al lado de los camiones donde están bien organizadas y cuidadas las bolsas y efectos personales de todos y cada uno de los participantes. Ocho mil participantes. 8000. No sé si me explico. Dos horas después de mi llegada, todavía hay gente que pasa la meta (aunque no es mucha consolación), pero la zona de la Puerta de Brandemburgo está animadisima con una muchedumbre que disfruta de la actuación en vivo de grupos musicales, come y bebe en las decenas de puestos de fast food y se cuenta las peripecias del día. Un gran día para el patinaje.

Party time!
Rengo pero feliz, llego al hotel justo a tiempo para ducharme y vestirme, que ya salimos para la fiesta de cierre de temporada WIC. En la entrada me encuentro con una Tamara Llorens lastimada: se pegó un porrazo que le dejó una clavícula rota, pero ella como si nada. A pesar de su evidente fortaleza, siento la obligación de acercarme a consolarla con un besito. Si ya sé, poco consuelo para ella… pero a mi me hizo re-bien! Subimos al bus que nos lleva a la fiesta y me siento junto a Luca Saggiorato, el ganador de la pueba a pesar de no sentirse bien y de caerse faltando 10 km. “Menos mal que tenías fiebre!”, le digo. Y para que se den una idea de que clase de gente son estos atletas, me contesta “Bah, vi el hueco y me metí… tuve suerte!”.
La fiesta es en un mega-complejo moderno en pleno centro, a pasos del histórico “Check-point Charlie”, con varios bares, restaurante y un par de pantallas gigantes que muestran videos de la carrera. Tengo que decir que esta banda de corredores italianos da impresión: bien vestidos y peinaditos, cuando se mueven juntos parecen una publicidad de Clavin Klein. Subimos con los vagos a la Sala VIP (a esta altura soy el colado mas VIP del mundo, pero como de lejos parezco joven y pintón yo también, me dejan pasar), y ahí me pongo a charlar, cerveza en mano, con Kalon Dobbin, Jorge Botero, Joey Mantia, Simona Di Eugenio… la lista es larga.

El morocho Romani se distingue enseguida por conquistar una petisita que podria figurar bien en la tapa de PlayBoy. No sabemos si fuè su encanto o su camiseta (que decía “Pornwood – Oscar al mejor Actor”), pero por un rato largo lo perdimos de vista.
La velada prosigue con las premiaciones: mas o menos lo de siempre, si no fuera por dos sucesos memorables...


Pronwood: Oscar al mejor actor

● Al final de la premiación de los varones, Max Presti, otro año mas rey de la WIC, se acerca y me cuelga al cuello su medalla dorada. “Gracias”, le digo, “me saco la foto y te la devuelvo”.”No”, me contesta,”es para vos, te la ganaste hoy”. Ahora, entiendo que esta gente tiene un galpón lleno de medallas y trofeos, pero para mi es un recuerdo que voy a guardar mientras viva. Le agradezco casi con lágrimas en los ojos. Gracias Max!
● Un momento mas tarde proceden con las premiaciones por equipo, y finalmente con la foto de grupo. Parados al lado del escenario entre los atletas, estamos Bill y yo. Cuando les piden a las chicas que se agachen para la foto, tenemos una visión que se nos marcará a fuego en la mente: a 5 cm de mi nariz, una atleta que no puedo decir quién es nos muestra lo que –hasta hoy- solamente su novio y su mamá vieron. El golpe es mortífero, Bill y yo nos caemos derechos de culo, desmayados. Les juro que habría sacado una foto para compartir con todos ustedes mi inmenso regocijo, pero traten de imaginar mi estado confusional en ese momento. Cuando nos recuperamos, con Bill notamos que la chica se dio cuenta que estaba revelando lo que no nos merecemos, y trata de cubrirse con la campera. Apiadado y un poco celoso, la ayudo a tapar lo que será la fuente de mis sueños en las próximas noches. Gracias, Diosa!


La fiesta sigue con los bailes, y ¿quiénes son los que animan el ambiente? Si, adivinaron. La concurrencia femenina forma un círculo alrededor de los patinadores italianos, y mientras los otros miran con envidia, los “azzurri” demuestran como se hace.
Evidentemente la cercanía con ellos me confiere una cierta aura: no voy a decir que una patinadora francesa muy de elite me echó el ojo, ni tampoco voy a afirmar que una corredora nórdica perteneciente a la selección nacional de su país decidió que no doy asco…

No sé a qué hora ni cómo volvimos al hotel, pero nos encontramos para desayunar porque nos íbamos mas o menos todos a la misma hora. Me siento a charlar un rato con Andrea Haritchelar: cuando la dejo, se me acerca Bill y me dice al oído:"Esa rubia no, tiene un novio peligroso!”

Besos, abrazos y un arrivederci: el año que viene repetimos!

M. Bresin


El concepto World Inline Cup:
Lejos de Colombia