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Vesmaco, pista de campeones


A fines de agosto de 2004, entrando por primera vez a la pista de L’ Aquila no podía dar crédito a mis ojos. ¿Qué era ese material rojizo, que a simple vista parecía un paño de billar, al tacto una lija fina y al gusto un ladrillo molido? (si, tal era la curiosidad que hasta lo lamí). Inmediatamente me calcé los patines y dí unas vueltas, saboreando una sensación que nunca hasta entonces había probado. ¿Máxima velocidad y al mismo tiempo agarre furioso? Impresionante! Miro a Sabatino Aracu con la incredulidad estampada en la cara: el pontífice de la FIRS se ríe y me dice “Así serán las pistas del futuro”. Bien por una correcta profecía, bien por un contrato comercial, el hecho es que efectivamente hoy en día están naciendo pistas de este tipo por medio mundo, y el revestimiento que las hace ser lo que son se fabrica por la firma Vesmaco en Monsano, un pueblito del centro de Italia.

Por varios motivos que no vienen al caso, estoy en contacto con Vesmaco desde hace varios años, pudiendo contar siempre con la gentileza y disponibilidad de la Sra Isabella Romagnoli cuando necesité informaciones sobre el material y su empresa. Este año, planeando uno de mis viajes, quedamos con ella en que pasaría a visitar la fábrica, para ver cómo nace una pista mundialista y comentárselo a ustedes, mis asiduos cuatro lectores.

Me recibe este señor mayor, de aspecto jovial y muy bien vestido (un italiano mal vestido es una incongruencia, como sería un neuquino guapo o un porteño decente). Después de una pasta superlativa (para mi, porque según Cacciani en Italia ya no saben cocinar), y de un café con anís y sin azúcar (como me enseñó se bebe allí), tomamos rumbo a la fábrica. El edificio me impresionó mas de lo que esperaba, aunque lo que me hizo gracia fue el enorme aparcamiento revestido del material de las pistas! Con tal de disponer de un lugar así para entrenar, mataría hasta a un juez marplatense. No pará, eso cuenta poco. Digamos que hasta sería capaz de cometer adulterio.

Entrando en el edificio, encontramos una recepción donde posan en armoniosa muestra los varios tipos de producto que allí se conciben, si bien el que mas llama la atención por lo esmerado de la maqueta es la miniatura de una pista de patinaje. Lo bien que quedaría en mi living!

Subimos al piso superior y allí me encuentro con la que sería la mas agradable de mis sorpresas durante la visita: un par de semidiosas etruscas custodian la entrada a la guarida del gran jefe. Una es su propia hija, llamada Claudia, morenaza de mirada penetrante y muchos otros atributos y virtudes que me eximo de enumerar aquí. La otra es Alessia, bella joven que se ocupa del patinaje en estos momentos porque Isabella está ausente, debido a un problema de dulce espera. Tampoco estaba Carmen, guapa andaluza encargada del mercado latino.


Claudia: semidiosa (Martignon: semidiablo)

Don Cacciani me trae de vuelta a la realidad y luego de felicitarlo por rodearse de tan bellas mujeres, entramos en su espectacular oficina, donde me cuenta en resumen la historia de la empresa…

Resulta que el buen Romano construía –entre otras cosas- instalaciones deportivas; un día decidió convertirse en su propio proveedor de revestimientos para los suelos de esas infraestructuras. Nacieron así estas “pinturas” o resinas especiales que no solo sirven para las canchas deportivas sino también para obras civiles como estacionamientos, helipuertos, ciclovías, etc. En particular, la Vesmaco ya llevaba muchos años haciendo las pequeñas pistas de patinaje que aún se ven con asiduidad en toda Italia, comisionadas por municipios o parroquias hasta los primeros años ’90. Fue así como los mandamases de la federación internacional llegaron a conocer su producto y le asignaron la realización de la pista de L’ Aquila, que sería la primera homologada en la historia de nuestro deporte (hoy en día lamentablemente se halla en ruinas por el terremoto que asoló la bella ciudad del Abruzzo en 2009).

A continuación, bajamos a la zona productiva: primero me sorprende constatar que la mayor parte de los 6000mts cuadrados de la fábrica están destinado a depositar los barriles y bidones de resinas terminadas y listas para despachar. Luego me sorprende aún mas verificar que para manufacturar lo que nos hace volar sobre ruedas en los mundiales no hace falta un ejército, sino solo una media docena de peones, que mezclan polvos y líquidos en máquinas de aspecto para mí indescifrable. Asombroso! Cacciani me explica que no da abasto con la demanda porque no consigue contratar a mas personal, en particular los obreros especializados que son los que van a supervisar la aplicación del producto en cada óvalo de nueva construcción.
Me cuenta también que están en fase avanzada de realización de una pista de Ecuador, pero que siendo casi agosto aún no tienen nada finalizado en relación con la de Guarne… Y nos detenemos frente a una pila de bidones de los varios tipos de revestimientos específicos para el patinaje.

En particular, la resina que se emplea en las pistas homologadas es el llamado durflex®. La primera versión del producto, originalmente homologada por la FIRS, es la “101 SP roller profesional”, pero desde el mundial 2004 se han ido creando otras mezclas adecuadas a distintas superficies de asfalto (incluso indoor), todas ellas también homologadas por la federación internacional. Recientemente se inventó un compuesto mas barato, el “200 SP”, que incluso pueden aplicar por su cuenta los mismos contratistas que construyen la pista (aunque aún no ha sido homologado). Pero lo que me hizo poner los pelos de punta es la nueva genialidad del señor Cacciani, el durflex® 100. Tomen nota: cuando se decidió conceder la organización del campeonato europeo 2010 a San Benedetto del Tronto, los capos locales se llevaron las manos a la cabeza, porque la pista local además de tener tan solo 180mts de cuerda, era de cemento horrible y lleno de juntas tipo trinchera (como una pista jujeña, bah). ¿Desde cuándo los campeonatos importantes se otorgan a las sedes con más meritos o instalaciones adecuadas? En fin, artimañas políticas aparte, el gran Romolo Bugari (alma mater del evento, campeón mundial en su época) desesperado le rogó a Cacciani que lo ayudara a arreglar de algún modo dicha pista, para evitar un papelón de nivel continental. El tipo se encerró en su laboratorio –es una manera de decir- y tras muchas pruebas de alquimia avanzada concibió el hermanito menor del SP101, llamado “100” que es ideal para revestir las antiguas pistas de cemento, y sobre el cual luego se puede aplicar el SP101. Con este nuevo producto a disposición –recién ahora entra en el mercado, a un precio muy inferior respecto al 101- ¿se dan cuenta de la cantidad de pistas obsoletas o inútiles se pueden reacondicionar e incluso homologar en Argentina, en Sud América y en todo el mundo? Vayan rompiendo el chanchito.

De todos modos, el durflex® 101 es otra cosa. Don Cacciani me invita a tomar un heladito en la cercana Senigallia, para visitar la fabulosa pista homologada que el municipio se mandó allí gracias a la incesante y monumental obra de insistencia de Mauro Guenci (esa es otra historia interesante, se las cuento otro día). Además del hermoso color celeste (reminiscencias de Belgrano, creo) y de los 200 metros de rigor, sin duda se patina mucho mejor aquí que en la de San Benedetto: la diferencia podría definirse como la que existe entre acariciar las nalgas de una patinadora de 20 años y la barriga de un presidente federal de 60 años. No, no estoy exagerando.

Bueno, todo muy lindo, pero fiel a mi naturaleza no puedo evitar sacudirle una crítica al simpático Romano. “Pero ¿Ud vió que nos pelamos hasta el alma cada vez que nos caemos sobre este menjunje?”, le disparo a quemarropa. Me mira con semblante recóndito (tal vez ponderando mi potencial idiotez) y me contesta con un argumento irrefutable: “Yo me limité a elaborar lo que me especificaron, o sea una superficie que ofrezca mucho deslizamiento y a la vez que tenga un gran agarre, considerando el material de las ruedas existentes hoy en día. Si quieren les puedo crear un piso mas fino y menos adherente, pero se deberían modificar los procesos productivos de las ruedas”. Ahí les dejamos la idea a los bobalicones que tan libremente deciden aspectos técnicos sobre los cuales parecen tener solo una idea sumaria. Porque es mas eficaz cambiar la manera de fabricar las ruedas que reemplazar clavículas, rodillas y fémures, no?

Pero habría otra solución”, agrega Cacciani. Ya me estoy imaginando patinadores con un body integral anti-gravitacional, o un escudo de energía tipo el de la mina de los 4 Fantásticos, pero Don Romano me ataja la ilusión: “Solo bastaría con tener un suelo de menor densidad debajo de las resinas superficiales”. ¿Como que menos denso? “Claro”, me explica con paciencia, “para ponértelo fáci: un cuerpo que rebota contra un piso denso absorbe mas vibraciones que contra uno menos denso, no?”. Me lo pienso un par de segundos y con aire intelectual intento pasarme de listo: “Ok, pero no se puede variar en casi nada la densidad del asfalto o del cemento. Que le vas a poner abajo a la resina, arena?” (ojo, gogleen la diferencia entre “densidad” y dureza”, que no es lo mismo, eh?). Sonríe con aire socarrón, y saca un paralepípedo mas o menos de las dimensiones de un ladrillo, pero de color blanco moteado con negro. Pesa mucho menos que un ladrillo, y observándolo de cerca noto que es como una goma con pedacitos de asfalto. En efecto se denomina “gomasfalto”, un material que tiene la dureza de un piso asfáltico pero un cuarto de su densidad. Pero es mas fácil e intuitivo imaginar que sobre esta maravilla podríamos patinar con las sensaciones y la velocidad normales, pero al caernos sería como sobre una colchoneta. Que tal?

En fin, sigo paseando por las callecitas de la pintoresca Senigallia, saboreando un excelente helado en la buena compañía de un señor que está inventando hoy en día nuestras pistas del futuro. ¡Como me gustaría tenerlo de suegro!

M. Bresin


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