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Carta de una patinadora adolescente

por Monica Voccoli

Parece increíble que una piba italiana que no llega a 15 años haya escrito esto... pero es lo que le salió del corazón, y está traducido literalmente. La lectura de este texto no tiene desperdicio, no solo para atletas en actividad sino para todo aquel que de una forma u otra está involucrado con nuestro deporte. 

Ya lo sé, no soy muy buena en mi deporte. No consigo entrar en la selección nacional, me cuesta terminar los 5km, y nunca seré rápida como un misil… Aunque todo eso no significa que no me importe.

A veces pienso: basta, no quiero más esto, no se me da bien, no es para mí. Y me dan ganas de gritar de rabia y desilusión. Sin embargo, siempre cambio de idea, no puedo abandonar. A pesar de no ser tan hábil me gusta demasiado patinar, ya estoy muy metida, me gusta todo de mi deporte. Por ejemplo me gusta el dolor de barriga que te da cuando estas por competir, las salidas explosivas, las duras adversarias, el cansancio, el sudor, el pistoletazo de salida que te sobresalta, el calor que te derrite, las miradas torvas de las otras chicas. Me gusta cuando falta una vuelta para el final, pero te parece un kilómetro porque estás tan cansada que no consigues ni pronunciar una palabra. Me gusta probar pistas nuevas, resbalosas, incluso las caídas! Luchar, darlo todo, hasta cuando a veces no es suficiente. Me gusta ese ácido láctico bestial que se acumula en las piernas los primeros días de la temporada, las heridas en las piernas, rodillas y codos, los patines que te masacran los pies con ampollas. Me gusta cuando te falta algún imperdible para sujetar el número, esos antipáticos hombrecitos vestidos de blanco, la tensión que sube cuando llaman tu nombre para entrar en la pista, cuando en tu mente no hay nadie mas: solo tu y tus adversarios; cuando te gritan directamente en los oídos pero no los oyes porque estás demasiado concentrada. O cuando ves patinar un campeón europeo o nacional que patina con tanta perfección que te hace saltar el corazón, además de las mil emociones, los obstáculos a superar, o esa maldita persona que llevas intentando superar desde que éramos niñas y la alegría de derrotarla por fin, y los podios, las medallas, los errores que debes tratar de reparar. O cuando te dices no desistas en el momento en que ya no das mas y te dan ganas de tirarte al suelo y alejarte de todo y de todos, o el júbilo de la victoria y la tristeza de la derrota, esa confusión cuando no sabes cuando es tu turno de competir, esa convicción de que a pesar de tu esfuerzo no pudiste llegar ni primera ni segunda, pero que diste siempre y en todo caso el máximo de tus fuerzas, que combatiste hasta el final, hasta que tu cuerpo no pudo seguir, que te caíste pero te levantaste y no obstante tus heridas lograste pasar la línea de meta, sin importar la clasificación final porque sabes que lo diste todo, que dejaste tus piernas vacías de toda energía, tus pulmones sin aire…

Y si, luego te sientes una mierda, sabiendo que mas no pudiste hacer. Yo no he nacido para ser una campeona, es así y lo tengo que aceptar, pero que nadie me venga a decir “tú no sabes nada de esto porque no eres una campeona!”. Si las escribo es porque me salen del corazón, si las escribo es porque son cosas que sé. Que si no gano no significa que no me importa para nada mi deporte, al contrario.

Monica Voccoli


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